Una Puerta
Gira y gira de vuelta. Unos cinco, diez o treinta grados y cinco, diez y cinco otra vez. Los números me los invento mientras intento olvidar que la puerta sigue inmóvil y el picaporte liso.
De vez en cuando subo la mirada, pero no alcanzo a ver la cima del muro, y a los lados no alcanzo a ver extremo alguno. Un paso atrás, otro adelante, siempre indeciso, siempre confundido. Una misma sombra sin forma cubre el pie de la puerta.
A veces veo un muro de piedra, una sobre otra, macizo, frío. Otras, veo madera finamente cortada, o ladrillos suburbanos. Al tocar solo siento y vuelvo a ver concreto, sin grietas ni escapes de luz. Luz que no me hace falta, pues no tengo techo sobre mi, solo un muro en frente, con mi sombra a sus pies. ¿Debería dar media vuelta y echar a andar?
Meses sentado o recorriendo el muro como si lo vigilara y protegiera, de nadie, pero solo esperando, soñando, queriendo que por magia o deseo la puerta se abra desde adentro. Yo no puedo abrirla. Y aún así… Lo intento de nuevo, persisto pero me quemo. Por un segundo el picaporte quema mis manos y entiendo.
Me disculpo fuerte, como intentando que un mensaje llegue a ningún lugar. Sin romper el silencio me vuelvo y corro lejos, hasta que ni la puerta ni el muro puedo ver. Me detengo. Escucho el viento, espero.
De vez en cuando, escucho murmullos, risas, sollozos, ¿lluvia?, vida, de algún lugar. De otro lugar. Se perfectamente hacia donde está la puerta. La he perdido de vista pero sigo ahí. Y escucho un chirrido y algo pesado moverse. Y lo tengo en frente. El muro de concreto sin pintar, y empiezo a andar.
La puerta no está.
Me echo al suelo a pensar. Y pensar. Y no entiendo, pero me levanto y pinto un arco, algo más ancho que yo, algo ás alto que yo, con un marco y muchos detalles.
Sonrío ante la puerta de siempre, ante el muro de siempre, ante el picaporte que no me ayuda. Y lo intento otro vez. Sonrío. El picaporte no quema, no ruge. No está. Me derrumbo de rodillas, llorando, mientras veo por fin las sombras de la genta que pasa detrás, riendo, llorando, viviendo. Y lloro mientras entiendo mi sonrisa.
Lloro porque nunca sabré lo que esconde el muro. Lloro porque eso sencillamente no importa y porque sigo llorando. Lloro por las veces que dejé de mirar para volver a ver, para volver a pintar otra puerta donde no hay…
(Y me levanto y me seco la cara.)
(Y con un cepillo, poco a poco hago a la puerta desaparecer.)
(Y poco a poco me alejo del muro.)
(Y sonrío y sin voltear me alejo.)
Y aún sentado lloro… y me levanto.