Un Recuerdo

No sientes que, a veces, los recuerdos son humanos, animales, plantas, que te llaman, te muerden o sólo se interponen en tu camino?

Cuando son bebés suelen ser tiernos. Son precoces y te confortan a ti por la noche. Son agradables compañías. Muchos no son muy resistentes y pronto se ponen a hacer otras cosas sin prestarte atención. Otros son fuertes y no sólo te prestan sino también exigen tu atención. Esos son de temer, pues o te exaltan a un mayor estado de felicidad, o te hunden a golpes en la tristeza o el malestar.

Bebés cuando te llaman o los oyes llorar, cachorros cuando se acuestan contigo, tocones cuando te hacen tropezar más allá y todo el camino.

Luego crecen y cambian.

No les pasa a veces, que les da por capitalista oriental, comunista en occidente, y quieren matar de hambre a esa persona, ese perro, esa planta? Suena fuerte. Nadie admitiría que ha pensado en matar alguna vez. Pero si se trata de recuerdos, a quien no le gustaría matar a algunos? Y cuando se trata de recuerdos que solo se alimentan de tu atención, de tu presencia, de ti, y que no puedes tocar, golpear, o hacerles daño alguno, ¿Cómo matarlos sino haciendo exactamente nada? Los mataría de hambre. La indiferencia fingida los torturaría. El olvido los mataría finalmente.

Sólo me pregunto qué pasaría si el recuerdo decidiera olvidarse de mí. Cuanto tardaría yo en morir.