Luz interrogante (¿interrogada?)
Está oscuro, ¿Qué hora es? ¿Dónde estoy? Debe ser tarde, noche, porque no puedo ver nada. ¿Quién ve? Mis ojos, pero ¿de quién son? Ah! Mi cuarto; veo el escritorio y reconozco mi desorden. Se siente extraño, volver a sí.
Y camino por el pasillo del colegio, para seguido leer en algún café, que apaguen la luz, de echen de mi ser y me pregunte interrumpiendo “¿Qué demonios es ser?” ¿Dónde estoy? Todo otra vez.
El final y el principio llenos de duas encierran un sueño de aceptación, una luz caótica, un mundo sin lógica. Mientras tanto, la noche se vuelve un vaivén de irreconocibles escenarios, dudas irrelevantes y memorias en el aire.
Pretende reparar, pretendo reparar, pero parece secundario a semejante viaje. El reparo no siempre llega, el viaje sí. Algunas veces corto, algunas veces largo, otras olvidamos el reparo y lo vemos como un atajo al día siguiente (¿otra vida?).
No sé si sea correcto, no sé si sea yo, evitar semejante problema, pasarlo por alto, temerle. No sé si eso sea cierto, pero ya el viaje es cotidiano, los choques, la falsa luz y el caos, al menos a esas horas, al menos por pocas horas.
En otros tiempos, el tiempo no importaba y el viaje me interesaba. Ver tan rápido que pueda entender, y no sólo observar, cada escenario, comprender su desorden y hacerlo mío otra vez, cuando ya lo es.
He ahí mi mayor duda, mi mayor temor: ¿Soy siempre yo mismo, cuando sueño, cuando vivo? ¿Debería reconocerme y entenderme? Sin importar la respuesta a eso, ¿cómo puedo hacerlo?