El Pensar
Pensar es algo tan complejo y misterioso que nadie entiende bien por qué lo hacemos, cómo lo hacemos. Hay teorías, hay creencias, pero nada que en efecto sea verdad. Pensar es tener conciencia de uno mismo y a la vez ser capaz de obviar dicha existencia. Es procesar la información de los sentido, o crear nueva información fuera de ellos. Es estar en un cuarto con solo legos y que alguien desde fuera vea como juegas con plastilina y crayones.
Pensar es interesante, no hacerlo, sino pensarlo. Pensar en el pensamiento es pensar, como cualquier otra cosa. Pensar en el pasado, el futuro, tu alrededor, la realidad, la ficción, lo irreal y abstracto son cosas que hacemos a diario y de las cuales no descansamos. Pensamos dormidos al soñar y pensamos al despertar en el sueño. Muchos pasan su vida sin preguntarse o sin siquiera darse cuenta de la maravilla, lo milagroso, lo intrigante del pensamiento. ¿Hasta dónde llega el límite del cuarto vacío?
Pensar no es saber. Los grandes pensadores puede que buscaran el conocimiento. Muchos buscan el conocimiento; creen que eso los aparta de la mayoría y los une a grupos más selectos. No son ilusos, eso pasa en realidad. Pero el simple pesar de quien piensa y ve que otros no lo hacen, no es el mismo de quien sabe y ve que otros no. Molesto es pensar que alguien aún no sabe algo, pero deprimente y desconsolante es ver que jamas será capaz de pensar en algo.
Y es cuestión de carácter, de personalidad y costumbres, no de capacidades. Todos somos monos que razonan, hablan, se visten y construyen cosas. Todos podemos hacer eso. Pero la acción de pensar es tan oscura y tan personal, que uno piensa, luego existe, como pensó Descartes en su momento (¡el existió!), porque uno es uno al pensar. Si no piensa, no existe como persona, como individuo. Muchos no piensan, dirían algunos críticos sociales al usar esta lógica.
En realidad todos piensan, pero no todos sobre las mismas cosas. Debido a esto, pensar sobre el pensamiento no es algo que todos hayan hecho, no es algo que se pueda reprochar, así como tampoco lo es (no debería), el no haber pensado en tal o cual solución a un determinado problema.
Pero el pensamiento es de por sí un problema tan importante, que se llamaría “el problema” de no ser porque los humanos somos sumamente problemáticos en todo. Nuestro propio ser es un problema en sí mismo, y sólo aquel que piensa sobre ello ha pensado sobre el pensamiento y está consciente de su importancia como problema. Y como esencia del ser humano.
Al pensar, existimos. Al darnos cuenta, somos conscientes de nosotros mismos y de esa herramienta tan valiosa que muchos odian usar. Sabemos que el mundo tiene límites, pero pensamos que no, y por ello nuestra mente se abre y el pensamiento fluye, abriendo camino entre esos muros, desapareciendo los límites impuestos, llenando el cuarto vacío, jugando hasta la eternidad con la realidad.